Hace poco tuve un grave altercado con mi trastorno obsesivo compulsivo. Fue una agria discusión. Nos gritamos e insultamos. Nos faltamos al respeto aunque, afortunadamente, no llegamos a las manos. La autolesión está muy mal considerada hoy en día.
El tipo me recriminaba la desidia con la que, según él, tiendo a afrontar la vida
-Casi cinco meses ya y apenas una docena de entradas, menuda vergüenza
-Ya sabes, el trabajo, la lectura, mis proyectos de páginas webs, el necesario deporte para no loquear yo y, sobre todo, no volver loco a los que me rodean…
-Paparruchas, excusas, patrañas, ¿así quieres que la gente se anime a dejar comentarios?
-Que no tengo tiempo, en serio
-Oye, tú no habrás caído en el abismo de los pasatiempos, ¿verdad?
-¿Pasatiempos? ¿Pero de qué demonios hablas?
-Lo sabes perfectamente, sudokus, autodefinidos, crucigramas, jeroglíficos, sopas de letras, el buscaminas
-Que no hombre, que no
-Mira que tengo ritualizadores de sobra, ¿o prefieres mejor algún verificador?
-Te digo que no
-Ya sé, has sido secuestrado por la mafia de los juegos de mesa
-Pero, ¿tú desvarías o qué? Nunca he estado metido en ese mundo
-A mí no me mientas
-Bueno, vale, pero lo del Mastermind fue hace muchos años. Y sólo con ánimo de putear, ya lo sabes. Menudas risas. No vale repetir color. Claro, claro. Horas después…
-Ahora lo entiendo. Has encontrado un Mastermind para el ordenador
-Tú debes de ser idiota
-A mí no me insultes, imbécil
-Mamarracho
-Botarate
-Cretino
Un, dos, tres, un, dos, tres, un, dos, tres, espiración, inspiración, espiración, inspiración, espiración…
-¿Podemos hablar como dos adultos?
-Supongo que sí
-Entonces cuéntame qué te pasa. No ves que estoy aquí sólo para ayudarte, para que no desperdicies tu vida inútilmente
Al final no me quedó más remedio que reconocerlo. Estoy metido en un asunto de patchwork. Es peor de lo que pensaba, reconoció. Sí. Llevo unos cuantos meses recolectando retales, observándolos, analizándolos, desechando los que no me sirven, intentando unirlos en armonía, sin que chirríe demasiado la composición, los colores. Escoger los hilos con los que combinarlos tampoco es tarea fácil. Después hay que plasmarlo todo en un folio en blanco, lo más complicado. Lo peor, me temo, es que tengo para meses.
-Pero, ¿cómo no me lo habías dicho antes?
-Qué se yo
Estábamos exhaustos. Necesitábamos reconciliarnos, con tranquilidad y serenidad. Somos viejos amigos, después de todo. Nos conocemos perfectamente y sabemos cuándo ha llegado el momento de sellar un acuerdo.
-Anda ven aquí, a mis brazos
-Cuidadito que no estoy para perder el tiempo en autocomplacencias
-Que no, bobo. Además, gracias a mí, ya tienes una nueva entrada. ¿Ves cómo no es tan difícil?
Jodido maniático de la última palabra.