jueves, 21 de octubre de 2010

De cretinos y rencorosos

El otro día, en clase de Galego, la profesora nos propuso un ejercicio muy entretenido. Estábamos aprendiendo a describir a una persona. Debíamos, con la ayuda de una descomunal lista de adjetivos, elegir un total de ocho que, a nuestra consideración, mejor llevase a cabo su función con respecto a nosotros mismos.

Sí, por supuesto, a continuación había que leerlo en alto al resto de la clase. Ahí residía el entretenimiento.

Un éxito rotundo. A la verbena acudimos la flor y nata de la familia, los apasionados, respetuosos, solidarios, enérgicos, simpáticos, generosos, alegres, justos, serenos, compasivos, prudentes, cariñosos y soñadores. Hasta vinieron, incluso, unos primos lejanos tímidos, testarudos, ingenuos y un poco alocados.

Pero del resto ni rastro. ¿El resto? ¿Qué resto? Pues los otros, los arrogantes, aburridos, tacaños, antipáticos, desagradecidos, caprichosos, ruines, autoritarios, egoístas, vanidosos, taciturnos, crueles, susceptibles, envidiosos, presumidos, violentos, imprudentes, injustos, orgullosos, resentidos, sumisos, mezquinos y vengativos.

Supongo que debió de ocurrir algún problema con las invitaciones. Me cuentan que los encantadores e inteligentes llamaron un par de veces a la puerta, bastante fuerte por cierto, pero al ir con el tío inmodesto, que es bastante falso, no se les permitió entrar.

Lo peor, claro, es que todos éramos sinceros. Francos con nosotros mismos, con nuestra propia percepción. El miedo nos enturbia el discernimiento, ensancha el abismo entre quienes somos y quienes creemos que somos. Estamos imposibilitados para enfrentarnos de una manera total y plena a que podamos ser, por ejemplo, miserables. Pero, si de verdad así nacimos, acorde con ello actuaremos. Esto no puede acabar más que en tortura.

Rojas Marcos dice que los seres humanos nacemos con un sorprendente poder para odiarnos a nosotros mismos y Punset que el miedo fue un importante mecanismo evolutivo. Ese día, yo al menos descubrí algo acerca de la cobardía. Que, en Galego, se escribe con v.


Para esta ronda hay un pincho, escondido en el texto. Pero aceptando de buen grado que soy un cretino y un rencoroso no me voy a molestar en pasar la bandeja.

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