El otro día recibí un mensaje en una botella. La descorché, bebí, esperé. Me confesó, casi en un susurro, que el mundo es, en realidad, una ficha. Un peón con el que dios, nuestro dios, participa en un torneo de dioses y fichas. Reflexioné. Una pregunta se manifestó dentro de mí. Cuando reuní el valor suficiente para formulársela, la comunicación se había cortado.
viernes, 1 de octubre de 2010
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