jueves, 15 de julio de 2010

¿Quién dijo miedo?

Hola a todos. Hoy es el gran día, la inauguración. Me hubiera gustado tener más tiempo para terminar de pintar las paredes, limpiar los cristales, colocar todo en su sitio. Aunque, no nos engañemos, la impaciencia tiene peor fama de la que se merece.
Al grano. Hoy levanto la verja por primera vez y la entrada, a partir de ahora, es libre. Son todos más que bienvenidos, sin excepción. En esta casa de común esparcimiento no existe tal cosa llamada derecho de admisión, si acaso el de aceptación. Sólo una cosa les pido, bien barata por cierto, rigurosa etiqueta, no ya a la hora de elegir vestimenta sino lenguaje. Y por lo que a la lengua se refiere, que cada uno opte por la que más le guste, pues el que escribe es un convencido de que si en Babel no se tocó el cielo fue por un simple problema de mala gestión.
Bebida que cada cual se traiga la suya que del menú me encargo yo. Pinchos habrá algunos días, otros no. Postre los días de fiesta, que el azúcar es muy buena contra las ocasionales pérdidas de memoria. ¿Sugerencias? Pues cómo no. Ya lo dice mi madre, contra el vicio de pedir está la virtud de negar. Pero como uno no es, ni querría ser, muy virtuoso, hago una paráfrasis cambiando virtud por posibilidad.
Para terminar una cosa les quiero avisar. Es más que probable que de vez en cuando algún personaje se cuele en el local. Vecinos, todos, a los que mucho cariño les guardo. Les oirán filosofar, desbarrar, disparatar y hasta desvariar. No les hagan mucho caso. ¿O sí?

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