Comenzamos septiembre. Es tiempo de la vuelta al cole en el Corte Inglés, de síndromes post vacacionales, de buenos propósitos y, sobre todo, de tenebrosos anuncios televisivos de coleccionables (¿de verdad a alguien le interesan los dedales en miniatura? Es que los agujeros están hechos a mano. Ah, bueno, en ese caso…). De modo que, con ánimo de llevar la contraria, ahondaré un poco más en el tema de las excursiones.
Hablaba hace unas semanas de los tópicos, de su derribo y levantamiento. Pero, ¿es lícito, tras la estancia en un determinado lugar, presumir la existencia o inexistencia de ciertos rasgos característicos en sus aborígenes? Sí. Rotundamente. Para mí, no hay mayor cliché que el presuponer que una idea por vulgar, manida, simple o trivial, es forzosamente mentira. ¿Cómo? ¿Estoy diciendo que el tópico que reza que los tópicos son falsos resulta, básicamente, falso? Claro, pues así compruebo, además, que no necesariamente han de ser ciertos. Después de todo, Extrapolare humanum est.
Inferencia, sí, ya que se trata, simple y llanamente, de un asunto de estadística aplicada. Una cuestión, en definitiva, cuya inexactitud resulta, cuando menos, tan fácil o tan difícil de demostrar como su exactitud. La solución, no podría ser de otra manera, reside en cuidar mínimamente el lenguaje. ¿Así que has estado de vacaciones en Hurtadillas del Campo? Pues sí, un mes y medio. Oye, ¿y de verdad son tan gañanes como cuentan? Hombre, teniendo en cuenta que he conocido a una muestra decididamente heterogénea y totalmente representativa en cuanto a edad, género, nivel socioeconómico y otros parámetros psico-sociológicos y que el tiempo de observación de dicho grupo ha resultado relativamente adecuado, estoy en condiciones de conjeturar un patrón de conducta… Bah, al diablo con el lenguaje. En ese pueblo no lanzan a la cabra desde el campanario, sino al cabrero. Tú mismo.
Un aspecto que no admite dudas en esto de los tópicos es el relativo a la intransigencia de nuestra conciencia colectiva. Sí, esa pequeña y perversa sanguijuela que nos induce a curiosas reflexiones del tipo “si allí son tan trabajadores es porque en el fondo resultan tremendamente aburridos” o a justificaciones tales como “aquí no es que seamos vagos, caóticos o incluso desastrosos sino que, más bien, poseemos una enorme alegría de vivir”. Ideas fundamentalistas perfectamente contenidas y resumidas en la frase Como aquí no se vive en ningún sitio. Sentencia convertida, a base de tanta formulación y repetición, en el mejor ejemplo de lugar común evidente. Tan sólo es preciso, para comprobar su veracidad, preguntarse, ¿de bien o de mal?
Hoy hay bandeja de pinchos, a ver quién se atreve a coger el primero…Pues los términos tópico, cliché o lugar común, son ciertamente amables pero, ¿qué demonios hacemos con los prejuicios? Que aproveche.
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