martes, 26 de octubre de 2010

El patio de mi casa


Me pido la cara opuesta de la luna, atracción fatal. De ti me gusta todo, el modo en el que subes y bajas, cuando te enfadas, en reposo, las sizigias en tu cuerpo, ¡viva la fuerza de Coriolis!, las chalanas que te palmean, las dornas que te adornan, las bateas que te ordenan ¡firmes!, los colores degradados de tu piel, la riqueza de tus entrañas, los rizos de tu pelo vistos por detrás, el sonido que vomitan tus tripas, tu maquillaje de luz atlántica, tu olor, sobre todo tu olor, soy un yonqui de la salitre, en la piel, en el pelo, en la pituitaria. Tú echas tus rizones y a descansar. Me bebería tus flujos y tus reflujos, te buscaría el punto anfidrómico. Fatal atracción, me fuerzas a ser la cara opuesta de la luna.

Y yo me dejo hacer. No puedo negarme. Ya no.

A Costa da Vela, Cabo Touriñán, Illas Cíes, O Rostro, Espiñeirido, Pantín, Estorde, Mar de Fóra, Baldaio, Cabo Vilán, Razo, Illas de Ons, A Lanzada, Foxos, O Vilar, Corrubedo, Mougás, Illa de Arousa, As Furnas… El patio de mi casa, lo que veo cada mañana, la linda cara recién levantada que estimula a la hormiga cumplidora.

No quiero negarme. Todavía no.


(Mi agradecimiento a Germán Pérez por la foto que ilustra esta entrada)


jueves, 21 de octubre de 2010

De cretinos y rencorosos

El otro día, en clase de Galego, la profesora nos propuso un ejercicio muy entretenido. Estábamos aprendiendo a describir a una persona. Debíamos, con la ayuda de una descomunal lista de adjetivos, elegir un total de ocho que, a nuestra consideración, mejor llevase a cabo su función con respecto a nosotros mismos.

Sí, por supuesto, a continuación había que leerlo en alto al resto de la clase. Ahí residía el entretenimiento.

Un éxito rotundo. A la verbena acudimos la flor y nata de la familia, los apasionados, respetuosos, solidarios, enérgicos, simpáticos, generosos, alegres, justos, serenos, compasivos, prudentes, cariñosos y soñadores. Hasta vinieron, incluso, unos primos lejanos tímidos, testarudos, ingenuos y un poco alocados.

Pero del resto ni rastro. ¿El resto? ¿Qué resto? Pues los otros, los arrogantes, aburridos, tacaños, antipáticos, desagradecidos, caprichosos, ruines, autoritarios, egoístas, vanidosos, taciturnos, crueles, susceptibles, envidiosos, presumidos, violentos, imprudentes, injustos, orgullosos, resentidos, sumisos, mezquinos y vengativos.

Supongo que debió de ocurrir algún problema con las invitaciones. Me cuentan que los encantadores e inteligentes llamaron un par de veces a la puerta, bastante fuerte por cierto, pero al ir con el tío inmodesto, que es bastante falso, no se les permitió entrar.

Lo peor, claro, es que todos éramos sinceros. Francos con nosotros mismos, con nuestra propia percepción. El miedo nos enturbia el discernimiento, ensancha el abismo entre quienes somos y quienes creemos que somos. Estamos imposibilitados para enfrentarnos de una manera total y plena a que podamos ser, por ejemplo, miserables. Pero, si de verdad así nacimos, acorde con ello actuaremos. Esto no puede acabar más que en tortura.

Rojas Marcos dice que los seres humanos nacemos con un sorprendente poder para odiarnos a nosotros mismos y Punset que el miedo fue un importante mecanismo evolutivo. Ese día, yo al menos descubrí algo acerca de la cobardía. Que, en Galego, se escribe con v.


Para esta ronda hay un pincho, escondido en el texto. Pero aceptando de buen grado que soy un cretino y un rencoroso no me voy a molestar en pasar la bandeja.

martes, 5 de octubre de 2010

Aviso a navegantes

Panchito, el inefable encargado de mantenimiento de este engendro acaba de modificar un presunto botón de una supuesta opción acerca de la publicación de comentarios. Por lo visto, ahora ya todo el mundo, sin necesidad de ser un usuario registrado, puede glosar, interpretar, explicar, ilustrar, aclarar, criticar, elucidar, desarrollar, acotar, tildar, clarificar, desenmarañar o, incluso, comentar cualquiera de las cretineces que aquí se publican. Se admiten postillas con carácter retroactivo.

Todos al mismo tiempo no, por favor.

viernes, 1 de octubre de 2010

Crónicas desde el hipocentro

El otro día recibí un mensaje en una botella. La descorché, bebí, esperé. Me confesó, casi en un susurro, que el mundo es, en realidad, una ficha. Un peón con el que dios, nuestro dios, participa en un torneo de dioses y fichas. Reflexioné. Una pregunta se manifestó dentro de mí. Cuando reuní el valor suficiente para formulársela, la comunicación se había cortado.